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Podemos ganar la Guerra de Vietnam 
y otros asuntos de una época no tan lejana

Daniel Patrick Welch

(9/03)

Me encanta el aroma de la marisma por la mañana. ¡Caray!, pero te tira para atrás, ¿verdad? Lo único que nos queda por decir ahora es que 'hay luz al final del túnel'. Pues todo lo demás ya está fuera de juego. Hemos asistido, incluso, a la resurrección de ese mantra orwelliano que dice 'ganemos la paz'. Si yo hubiera sido unos cuantos años mayor en la época del Vietnam, esta sensación de haber estado aquí antes, aunque no estuviera realmente, me podría matar.

Tal como está la situación, tengo que confiar en recursos absurdos, como la historia, con el fin de sentir el alcance de las espeluznantes semejanzas. No tiene sentido bombardear el desierto, pues no hay árboles debajo de los que uno se pueda esconder, así que eso está eliminado. El napalm rebotó de una manera sorprendente, a pesar de todo. Mintieron durante meses (¡ojo!), pero el retorno estaba asegurado dado que el reparto de personajes se había reciclado. Empiezo a pensar que la única razón por la que no hemos oído más sobre 'iraquización (¿iraquicización?, ¿iracación?) es porque es mucho más difícil de deletrear que vietnamización. El orgullo de los Mejores y Más Inteligentes reaparece de forma vengativa, pero ahora se llaman Los Hombres Más Peligrosos de la Tierra.

Desde luego podemos ganar la guerra, (introdúzcase aquí el nombre de la aventura imperial en la que los Estados Unidos se han involucrado sin ningún futuro). Estos colores no se destiñen. Me pregunto si el remordimiento es un sentimiento familiar a estos Hombres de Guerra, aunque sólo sea remotamente. Habiendo despertado un fervor belicoso entre los crédulos, gracias a un puñado de mentiras envueltas en eslóganes patrioteros, están enviando a los hijos de los demás a la muerte en otro lejano lugar. ¿Les importa? ¿Se les ha derretido el hielo de las venas desde los tiempos de los forzados alistamientos durante la Guerra Civil, las mercenarias campañas del Imperio Británico, los miles de chicos sacrificados en Gallípoli en aras de la construcción de la nación? ¡Ah!, de esa manera puedes recomponerte para poder salir del depósito. ¡Si los chicos mueren en la guerra, entonces hay conciencia de país!

Obviamente, la relación entre los que mandan y los que tienen que ir a luchar es algo que no ha cambiado desde Vietnam, e incluso desde antes. Uno de los aspectos más problemáticos del llamamiento a filas fue la edad, teniendo en cuenta que hubo prórrogas, exenciones…Un gran clamor se alzó debido al inverosímil hecho de que jóvenes aptos para la guerra y morir por los objetivos de su gobierno, no fueran considerados, por otra parte, aptos para el voto que pudiera influir en esos objetivos. Hoy en día, el número de hijos de miembros del Congreso apenas se alista en el ejército. Aun así, el 40% de los que luchan en el frente no reúne las condiciones para obtener la ciudadanía (consecuentemente no pueden votar) - es lo que un parlamentario británico ha llamado 'Ejército de Conveniencia'.

Volviendo al tema, esta furia promovió una enmienda constitucional que asegurase que nunca jamás la juventud americana se enviase a la muerte sin expresar su opinión. Pero, claro, las clases gobernantes tienen sus propios medios para tratar la insolencia e idearon un plan más ingenioso: eligieron entre aquéllos que no pueden votar. ¡Un gran espectáculo de los gobernantes! Las protestas fueron más fáciles de despachar. Con un Congreso débil al que habían engañado y hostigado para que cediese su poder constitucional, las personas eran simplemente fichas de dominó. Realmente, la gente se opuso más que la 'oposición' propiamente dicha, pero la Gran Mentira prevaleció hasta hundir las voces de la razón.

Los nuevos conservadores y sus Compañeros de Viaje chirriarán porque las cosas han cambiado. ¡Bueno, pues vale! Las analogías verdaderas aparecen sólo en matemáticas: 2 es a 4, como 3 es a 6, y así sucesivamente. Cada período histórico tiene sus características culturales y sociales. Nadie espera hoy en día que el Anticristo sea un personaje bajo y bobalicón, pues así sería conveniente a las grandes empresas que lo podrían utilizar como el bufón que es. ¡Pero, esperad! Lo que ha cambiado es la velocidad e intensidad con que el proyecto en cuestión, que no tiene ninguna posibilidad, parece estar implosionando. A menos de que empecemos con el Amanecer de Reagan en América, este ocaso parece que ha venido muy rápidamente si lo comparamos con Vietnam.

En el caso de la Guerra Fría, (o introdúzcase el actual recuerdo del mes que ya mencioné), se entiende que el asunto transcendía la cuestión de la lealtad de partido. Pero esto, tristemente, es en cierto modo diferente. Cuando las cosas empezaron a ir tan mal en Vietnam, había un bloque pacifista, considerable dentro del Partido, que reclamaba ser la Tribuna de la Gente. Pero ahora, como todos sabemos, la 'oposición', que aprendió mucho con la derrota en las elecciones del 2000, parece ser que disfrutó del sabor. Depués de haber optado por la guerra, (a pesar de ser una mala idea y quizás motivada por no parecer poco macho o por la posición de los planetas) ha decidido que el problema real es una cuestión de dirección. Una ocupación bien dirigida podría resultar: más tropas, más electricidad ¿mejores consignas? La mayoría de los demócratas, como sus terribles oponentes, están a favor de la ocupación. ¡Qué Dios bendiga sus incorregibles corazoncitos imperialistas!

La derecha siempre ha criticado a los demócratas por ser débiles. Su versión del síndrome Vietnam se relacionó con un test geopolítico de Rorchach: no importaba qué forma tuviese la mancha, los demócratas siempre veían Vietnam. En su manera petulante y arrogante, la derecha ha estado buscando otro Vietnam desde abril de 1975, e intentó hostigar a la oposición con tontas comparaciones como ésta que he mencionado. Lo que no sabían es que se habían equivocado de psiquiatra.

El coco aquí es el imaginario Dr. Zilkov, el científico ruso que programó la máquina de matar en el ya clásico Candidato de Manchuria. Ángela Landsbury, en una de sus mejores interpretaciones, hace el papel de agente ruso que controla al personaje de Laurence Harvey. Convencido, tras un lavado de cerebro, para que 'pase el tiempo jugando un solitario'; el Sargento Raymond Shaw, obendientemente, va volviendo las cartas hasta que aparece la reina de corazones. Esta carta sirve de desencadenante para que él se vea obligado a seguir (estando en trance) el plan asesino para el que le han entrenado, hasta que se produce un final sangriento.

Los demócratas no parecen darse cuenta de que la reina de corazones ya ha salido, y que quedándanos en Iraq sólo prolongamos el tiempo hasta que nos tiren y perderemos lo ganado en el proceso. La única 'obligación' seria que tienen los Estados Unidos es la de deshacer los crímenes de guerra cometidos en nuestro nombre por los Caballeros Oscuros de Washington. Arrestarles y llevarles al Tribunal Penal Internacional sería un buen comienzo - pero no pertenecemos a esa institución. Los de derechas están obviamente chiflados - no tiene sentido que pierda el tiempo aquí. Los demás debemos tener cuidado para no caer en el engaño de que nos necesitan. En todo caso, sería para pagar los daños que hemos ocasionado. Piénsatelo ¿necesita la ciudad más antigua de la tierra la experiencia de Paul Bremer para recuperarse? Al haberse dejado usar por la política de Estados Unidos, la reputación de Naciones Unidas, desgraciadamente, se ha visto dañada. Los iraquís odian a Naciones Unidas tanto como a Estados Unidos. Por una parte, por haber fracasado al no impedir la guerra y, por otra, por su servil rol durante los diez largos años que duraron las criminales sanciones.

Los republicanos, después de que han destruido un país completo, (sin incluir a los Estados Unidos ni a Afganistán que ya estaba casi completamente destruido cuando las tropas americanas llegaron), están perdidos. Irónicamente, no sólo parecen abocados a ver cómo USA comete los mismos errores que en Vietnam, sino que además parece que les toca seguir jugando echándole la culpa a los demás. Han empezado a sujetar a la prensa. ¡La prensa!, que tan diligentemente apoyó al principio sus pequeños intentos en la locura imperialista, está de alguna manera, ahora, dificultando el florecimiento de sus fantasías neoconservadoras. La negación parece que es otro obsesiva característica de la marisma de Vietnam que ha vuelto a presentarse.

© 2003 Daniel Patrick Welch. Concedido el permiso para su reproducción. 
Traducido por Aurea Lopez

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Welch vive y escribe en Salem, Massachussets, EE.UU., con su esposa Julia Nambalirwa-Lugudde. Juntos administran The Greenhouse School. Sus artículos anteriores están a disposición en la Internet y se le facilitará un índice con solo pedirlo. El autor se ha presentado por radio (la entrevista se puede escuchar aquí) y sus columnas también se han difundido: los interesados en retransmitir el audio deberán comunicarse con el autor. Algunas columnas están a disposición en español o francés y hay otras traducciones pendientes (se acepta ayuda para otras lenguas). Welch habla varios idiomas y hace grabaciones en francés, alemán, ruso y español o entrevistas en la lengua meta por teléfono.